Hola a tod@s!
Hoy subo una entrada basada en el ave rapaz más poderosa de
nuestros cielos ibéricos, a la dueña y señora de las cumbres, el Águila real
(Aquila chrysaetos)
Con una envergadura de algo más de dos metros, son aves muy
longevas y que en libertad pueden superar la edad de 40 años, siempre y cuando
no se topen con ninguna de sus amenazas más directas como los venenos, tendidos
eléctricos y la persecución indiscriminada por el hombre (disparos, expolio de
nidos, caza ilegal, etc)
La falta del alimento
principal como el conejo, la destrucción de sus hábitats, o las molestias en
épocas de reproducción tampoco son precisamente factores que ayuden a su
expansión.
Está protegida por la ley como todas nuestras rapaces
ibéricas diurnas y nocturnas.
Dedicada a toda esa buena gente del Barraco, un sensacional
pueblo en la provincia de Ávila, que nos acogieron extraordinariamente
bien en su casa y que me hicieron sentir
como en la mía propia y pasar un puente de los que no se olvidan y por supuesto
y muy especialmente a Jose Luis Rodríguez, un formidable naturalista y
fotógrafo sin el cual, nada de esto hubiera sido posible.
Llegamos al Barraco a eso de las 23h con el zorrete (ya añojo) congelado en el maletero y al que
teníamos pensado poner en la roca al día siguiente para intentar atraer a la
todopoderosa Águila real.
Nos sale a buscar Silvia, una chavala muy maja y la dueña del CTR el mirador de la
Cebrera hasta la gasolinera para indicarnos el camino de la casa y la seguimos
hasta allí para pasar en el Barraco los siguientes tres días más frenéticos
(fotográficamente hablando) que he tenido nunca, que locura ;)
Lo primero que hago, después de las presentaciones claro
está, es poner al raposo al calor de la chimenea para que se descongelara para
el día siguiente, tenía que estar todo en su punto, la ocasión lo merecía.
Luego llegó Jesús Sánchez que sería nuestro “guía” durante
los tres días que pasaríamos por allí mi amigo y compañero Vicente y yo. Una
persona que nada más aparecer por la puerta se me pareció a Juanjo Artero de
mala leche jeje, pero que nos enseñó muchas cosas de campo y de aves en
general. Se portó de lo mejorcito con nosotros y le estamos enormemente
agradecidos por su asesoramiento y el trato recibido por su parte en todo momento, da gusto salir
de casa y encontrarte con gente así de buena y profesional en lo que hacen.
Quedamos con él para la jornada del día siguiente y prontito
a la cama que había que estar frescos para aguantar las cerca de catorce horas
dentro del hide que nos aguardaban.
Más fresco que el propio zorro me levanté yo de la cama de
madrugada pensando en lo que se me podía venir encima.
Rápido bajamos a desayunar, en mi caso con la décima parte
de lo que nos preparaba Silvia a diario y un cigarrito sería suficiente, pero
mi compañero que ya va mayor el hombre, necesitaba una buena dosis de
vitaminas. Eso, unido a que el tío se cuida mejor que el rey, daba lugar a unos
desayunos que hasta a mi me entraban ganas de ponerme al tema.
En fin, vanalidades aparte, cuando llegó Jesús a recogernos,
metemos todo el material fotográfico en la pick-up y derechos al hide en lo
alto de la montaña. Casi tenemos que acoplar un remolque al coche para meter
tanto cacharro, ni que fuéramos profesionales, pero esta vez no hizo falta,
quizás si seguimos comprando tantos aperos la próxima vez sí que se haga
necesario… ;)
Una vez colocado el hermoso zorro ya descongelado y en su
punto, sólo queda esperar a que la suerte esté con nosotros y el águila acuda a
la cita, que nervios.
El día comienza a despuntar y sólo entonces es cuando uno se
hace una pequeña idea de donde está, ya que la entrada al hide se hace rigurosamente
de noche y como dice el refrán, todos los gatos son pardos.
Las vistas al territorio de la real me intimidan, que
inmensidad…
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El hide parece de lo más confortable, de hecho lo es, y
enseguida comprobamos que el problema con el vaho del cristal es universal,
aunque con los inventos de estos artistas parece ser más llevadero hasta que
por fin se desempañe del todo. No queremos ni pensar la cara de tontos que se
nos quedaría si el águila viene y no podemos hacerle fotos pero en fin, son
riesgos que están ahí.
A las diez de la mañana se desempañó completamente el
cristal y empezamos a respirar tranquilos, con la impaciencia lógica de la
espera, pero sabiendo que si venía, no podíamos fallar.
Aparecen una pareja de cuervos y empiezan a picotear un
pedazo de carne que se había colocado al lado del zorro, entonces, abrimos bien
los ojos y no perdemos detalle de lo que pasa alrededor, pues es muy posible
que el águila no tarde mucho en venir, atraída por el movimiento de los astutos
córvidos.
A las 12:45 PM, apareció como una bala un macho sub-adulto
de águila real con el tren de aterrizaje desplegado para posarse sobre la
comida que le teníamos preparada. Llegó por la derecha del hide sin dar lugar
siquiera a meter el ojo en visor y antes de abalanzarse sobre el zorro permaneció
unos breves segundos sobre una piedra cercana aunque enseguida se hizo con su
trofeo y no se separó de él hasta que pasada una hora y cincuenta minutos
decidió que ya estaba saciado y se marchó para no volverlo a ver.
El amigo y yo nos frotábamos los ojos para ver bien el
poderío de esta formidable rapaz, a la vez que intentábamos mantener el pulso y
atinar con los botones de la cámara intentando captar semejante maravilla de
nuestra fauna. Sin perdernos un solo detalle fuimos testigos de la voracidad y
la fuerza de esta especie y estábamos disfrutando a tope. La primera vez que
tenemos a un águila real salvaje a veinte pico metros de nosotros y se está
comiendo un hermoso zorro…
Las sensaciones no os las podéis ni imaginar. Sólo si se ha
estado delante de un animal tan noble y evocador, se puede entender la emoción
vivida.
Después de que se marchara, empezamos a revisar el material
conseguido y a asimilar lo que habíamos estado viendo. Esperábamos que volviera
en algún momento del día pero a medida que iba avanzando este, nos íbamos dando
cuenta que nos tendríamos que conformar con lo visto hasta ahora, que no había
sido poco.
El sol se iba poniendo hasta que nos convencimos realmente
de que ya era imposible que volviera a aparecer y entonces las ganas de salir
del hide se iban acrecentando cada vez más, pero había que seguir esperando a
que se hiciera de casi de noche para salir con totales garantías de no ser
visto por las águilas.
La llegada de nuestro guía nos alivió y pudimos volver al
mundo real con una sonrisa de oreja a oreja y mientras metíamos las cosas de
nuevo al todo terreno le contábamos a Jesús lo felices que éramos. El viaje de
regreso a la casa rural fue de lo más entretenido, intercambiando impresiones y
aprendiendo cosas con el de verano azul jeje.
En la casa también se pudo hacer notable lo contentos que
estábamos y comenzamos a planear lo que íbamos a hacer al día siguiente, ya que
teníamos pensado hacer fotos de buitres, pero el dichoso tiempo tan
especialmente lluvioso mandaba y nos obligaba a posponer la carroñada o a
arriesgarnos a las malas previsiones para ese día. Finalmente decidimos
aplazarlo y pasar el día haciendo turismo por la zona, y hasta en eso tuvimos
suerte.
Por la mañana acompañamos a Rober, el marido de Silvia, para conocer un poco mejor el monte de aquel lugar y para que nos enseñara un hide para grandes águilas que estaban preparando y que tiene una pinta extraordinaria…
Por la mañana acompañamos a Rober, el marido de Silvia, para conocer un poco mejor el monte de aquel lugar y para que nos enseñara un hide para grandes águilas que estaban preparando y que tiene una pinta extraordinaria…
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Menos mal
que pudimos disfrutar de un día libre por el Barraco y sus alrededores donde la
gozamos como enanos, sobre todo en el museo de la naturaleza “Valle del
Alberche”. Una obra maestra ya sea para el público aficionado o estudiosos de
la materia, que consta de varios espacios o salas que se dividen en una sala
principal, la más grande y espectacular, que cuenta con una reproducción a
tamaño real del ataque de una pareja de lobos a un grupo de venados, rodeados
de réplicas de buitre negro y leonado, águila real e imperial ibérica, culebrera,
milano real, ratonero, alimoche y alguno más que me dejaré.
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Un roquedo al fondo con todo lujo de
detalles y los habitantes que en el habitan como el mochuelo o los roqueros
rojo y solitario entre otros huéspedes ayudan aún mas a imaginarse que uno esta en plena naturaleza.Vitrinas recubriendo las paredes nos
muestran todo tipo de restos de animales ya sean de aves, mamíferos, reptiles,
anfibios o insectos en forma de huesos, plumas e incluso cráneos de lobo y de
perro para distinguir la diferencia entre el canis lupus y el canis lupus
familiaris. Realmente sin palabras os lo digo yo. Sobresalientes fotografías del
maestro Jose Luis Rodríguez, unas grandes y otras gigantes terminan de engrandecer el
espacio. El colofón a esta sala lo pone una impresionante colección de
invertebrados perfectamente identificados y expuestos en sus correspondientes
vitrinas de cristal. Aquello ya me terminó de maravillar y aún quedaban otras
cuatro salas para disfrutar.
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Pasamos a la segunda sala, la sala del bosque, no menos
perfeccionista, donde lo primero que salta a la vista es una pequeña
reproducción de los dos típicos bosques ms representativos de la zona, el
robledal y el pinar, en donde no podían faltar en forma de réplicas casi
exactas, algunos de sus habitantes más representativos como el Carbonero común,
herrerillos, chochín alimentando a un “pollito de cuco” (impresionante),
trepadores y agateadores, picos… etc
Completa la sala un gran libro de las setas comestibles que informa
a los más curiosos de los hongos más sabrosos para degustar en la mesa.
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Seguimos con nuestro recorrido por el edificio para llegar a
la tercera sala que está dedicada al río, al agua, a la vida.
Un audiovisual ayuda al visitante a inmiscuirse en la vida
ribereña, ayudado por una fiel reproducción del lecho de un río con sus
habitantes incluidos como peces, galápagos, anfibios y pequeños pajarillos de
ribera.
En uno de los rincones de la sala, hay un pequeño talud de
tierra donde figuradamente habita una pareja de pequeños martines pescadores,
tremendo.
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Continuamos sin salir del asombro y ya nos encontramos en la
cuarta sala dedicada a la caza y la pesca. Ni que decir tiene que es la sala
que menos me gusta, pero también es justo decir que también estaba muy bien
trabajada. Lo más destacable de esta, bajo mi punto de vista, es una
reproducción exacta de una pareja de machos monteses en pleno combate y una
enorme pareja de machos de jabalí, acuchillándose en una pelea. Una pared de la sala está dedicada también a la caza,
pero esta vez es a la caza fotográfica, una actividad totalmente respetuosa con
el medio y que reporta a quien la practica trofeos mucho más satisfactorios que las piezas abatidas o
asesinadas en muchos casos.
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Para terminar nuestra visita, pasamos a la quinta y última
sala del museo, la sala de la noche.
Si las anteriores estaban perfectamente logradas y
ambientadas, esta no podía ser menos. Dedicada principalmente al amigo lobo y a
los habitantes de la noche como búhos, lechuzas, cárabos, y murciélagos.
Siguiendo el rastro de las huellas resplandecientes impresas
en el suelo, se llega hasta una especie de cuarto oscuro que es “la guarida del
lobo” en donde un impresionante video, nos muestra los momentos más íntimos y
secretos de esta incomprendida y amenazada especie.
Seguramente me haya dejado muchísimas cosas y detalles por
describir de lo que allí podemos encontrar así que creo que merece la pena
pasar un día en familia por la zona y disfrutar de todas estas maravillas y
otras muchas, como las vistas que ofrece el embalse del Burguillo o el valle
del Alberche.
Con tanto entretenimiento, enseguida se nos pasa el tiempo y
llega la hora de comer. Hacemos un pequeño parón en el restaurante “El Descanso”
donde nos metimos entre pecho y espalda un suculento entrecot con su
correspondiente guarnición regado con un vinito de la casa que nos sentó a las
mil maravillas.
Después del pequeño paréntesis, seguimos con nuestra ruta
por la zona para recorrer en coche todo el valle del Alberche con visita a otro
museo de naturaleza que sin desmerecerlo en absoluto, no tenía nada que ver con
el primero, pero que igualmente es visita obligada para el viajero.
El día iba tocando a su fin y nosotros regresamos al pueblo
para cenar y prontito para la cama a descansar, ya que ha sido un intenso día
sin parar de ver cosas y a la mañana siguiente volvemos a madrugar para
intentar realizar una buena carroñada.
Esto será tema para la próxima entrada que la dedicaré a esos
grandes colosos del aire, a la brigada natural de limpieza del campo, a mis
queridos amigos los buitres…
Os dejo con alguna foto del sub-adulto de águila real con el
zorro, espero que os gusten.
Un saludete y hasta la próxima...
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