viernes, 17 de mayo de 2013

EL BUITRE NEGRO Y EL BUITRE LEONADO. (Aegypius monachus y Gyps fulvus)


Hola a tod@s!


Como decía en mi anterior entrada, hoy voy a dedicarle un espacio a los gigantes de las térmicas, a los más eficientes sanitarios de nuestros montes, a los buitres negro (Aegypius monachus) y leonado (Gyps fulvus)

Es la continuación de mis locos días que pasé por la provincia de Ávila fotografiando rapaces.
Desde aquí quiero agradecer también a los chicos de Wild Watching Spain su amabilidad y profesionalidad en este tipo de proyectos.

Se trata de uno de los comportamientos animales que más me gusta fotografiar, pues en todo momento hay acción y disfruto enormemente viendo, entre otras cosas, el trote chulesco de los negros, las disputas entre ellos por los pedazos de carne, las carreras por llegar primero, las poses dominantes de algunos individuos, en definitiva es un regocijo de principio a fin que nunca me cansaré de presenciar y que nunca sabes que te depararán, o si bajarán.




Después de estar haciendo turismo por la zona el día anterior, en vez de estar fotografiando buitres, el tiempo parece dar una tregua y las previsiones indican que la lluvia respetará al día siguiente, asique hablamos con Jesús para preparar la carroñada que teníamos planeada y él se encarga de conseguirnos unos buenos trozos de carne para atraer a los necrófagos.
Nos vamos a “nuestra casita” el Mirador de la Cebrera a cenar y después de una charla con Silvia y Rober, nos vamos a la cama para estar puntuales con Jesús por la mañana.
Qué poco cuesta madrugar cuando te levantas con toda la ilusión del mundo.

Cuando terminamos de dar cuenta del copioso desayuno que tiene por costumbre la señora de la casa preparar, rumbo con la Toyota Hilux para el hide. Esta vez al coche le cuesta tirar un poco y enseguida nos damos cuenta que son los bocadillos de Silvia que pesan demasiado. Les tenía que haber sacado una foto, ¡que pedazo de bocatas por dios!
Llegamos temprano al lugar y mientras preparamos todo el equipo dentro del hide, Jesús espera en los alrededores para que a los buitres no les dé por bajar tan pronto y pillarnos descolocados.
Puede parecer extraño que lleguen a acudir con semejante premura, de hecho yo no los esperaba hasta bien entrada la mañana como había podido comprobar en otras muchas ocasiones y en diferentes lugares de la península, pero esta vez vino a ser como bien lo predecía Jesús. Me quedé con la boca abierta al comprobar que a nuestro amigo, no creo que le hubiera dado tiempo a llegar al coche, y los primeros leonados ya estaban aterrizando sobre el terreno para lanzarse a la carroña tan pronto como estuvieran seguros; que fueron como diez segundos o así. En pocos minutos, habría con certeza más de ciento cincuenta individuos de la especie leonado, ansiosos por devorar el festín que teníamos preparado.

Si no lo veo no lo creo, a las 07:20 AM ya tenemos todo lleno de buitres leonados que aquel día demostraron ser los más madrugadores. La escasa luz del ambiente a esas intempestivas horas obligan a subir la sensibilidad de la cámara para obtener velocidades que permitan congelar las rápidas acciones de tan voraces aves, aunque esto hace que disminuya la calidad final de la imagen. El lado bueno es que pudimos presenciar a los buitres con las luces doradas vespertinas, que son impresionantes. Otro de nuestros grandes fallos aquel día y así se lo hicimos saber a Jesús, es que pusimos la carnaza muy cerca del hide en comparación al alcance de nuestros tele objetivos. Esto hizo que casi ningún ave entrara en el encuadre de cuerpo entero unido a que se hace bastante difícil aislar a ciertos individuos o situaciones con tanto animal en medio, provocó que no quedara lo satisfecho que cabía de esperar. Sólo cuando terminaron de dar cuenta de los buenos kilos de carne que se destinaron para ellos, pude hacer las mejores tomas de ese día.

Antes de emprender de nuevo el vuelo, suelen quedarse acicalando el plumaje o simplemente descansando por la zona, y es el momento que pude aprovechar para fotografiar a alguno de los más de treinta y cinco buitres negros que también acudieron al festín. Eso que yo contara, porque los que no veía eran también abundantes. Leonados directamente perdí la cuenta y no quise entretenerme en contarlos, lo que sí que aprecié es que muchos de los individuos leonados parecían aves jóvenes.
Os podéis imaginar el caos absoluto que suponen más de ¿200 aves? con una envergadura media de dos metros luchando, cada una de ellas, por llevarse un trozo de carne al buche; brutal…

Sobre la una del mediodía, empezaron a marcharse lenta y ordenadamente, alzando el vuelo con los buches llenos y en pocos minutos desaparecieron totalmente. Seguimos dentro del hide ya que queremos dar tiempo por si aparece alguna otra ave por sorpresa para intentar llevarse los últimos restos, pero pudimos comprobar, con el paso de los minutos, que allí no quedaban más que unas pocas de plumas y los restos de las mil batallas acometidas, corroborando lo que allí había acontecido hacia unos pocos minutos.

Mientras esperamos a Jesús para que nos venga a recoger, repasamos como siempre el material obtenido en nuestras cámaras y aunque los resultados han sido bastante buenos, podrían haber sido mejores, más reconociendo nuestros fallos, que los hubo, asique visto que no estábamos conformes del todo, quedamos para preparar otra carroñada a la mañana siguiente.
 Si limamos todos los desaciertos del día anterior, la jornada prometía ser apoteósica y con lo que me gustan a mí los buitres, sin pensarlo, la organizamos…

Después de la entretenida pitanza, llegamos al CTR para comer y reponer fuerzas. Por la tarde quedamos con el maestro José Luis Rodríguez para comentar lo que dio de sí la jornada de hoy con los buitres y la anterior con el águila real y charlando un ratillo de lo que más nos gusta, ¿adivináis?
Da gusto charlar con un hombre tan majete, un reconocido naturalista formidable del que rebosa tanta experiencia y conocimientos sobre el medio y que está abierto a enseñar, la pena es que no dispusiéramos de más tiempo.
Además nos regaló unos libros firmados por él sobre fauna en acción que me hicieron una ilusión tremenda, con unas fotografías difícilmente mejorables y que guardaré en mi “bichoteca” como oro en paño.
Después de preguntarle todo lo que me pareció oportuno y de hablar sobre fotografía en general, decidimos ir a ver una representación de la pasión viviente que se celebraba en el mismo pueblo y que me pareció también una pasada, y eso que no es que me considere muy creyente, pero hay que reconocer que los tíos se lo curraron un montón.
Más de cincuenta actores, entre los que se encuentra nuestro amigo Jesús, representando al malo de Caifás (nada que ver con lo que es) entretienen a la multitud que les estamos viendo y la verdad es que es un acto no deja indiferente a nadie y los actores clavan su papel. Sin tiempo para quedarnos al evento entero, buscamos un bar para cenar una burguer y de nuevo a la casa rural a descansar.
A la llegada a la casa, nos quedamos un ratillo a hablar con Rober y Silvia y ya de paso nos vamos a la cama después de estar viendo en la TV la pasión de Cristo (qué casualidad, que se note que es Semana Santa) y a la mañana siguiente, o mejor dicho al rato siguiente, después de dar cuenta de las viandas que nos prepara Silvia para el desayuno, viene a buscarnos el malvado Caifás para acompañarnos hasta el hide donde teníamos previsto realizar la nueva carroñada.

Siguiendo el mismo modus operandi del día anterior, nos colocamos dentro del hide y una vez estuvo todo preparado, solo quedaba esperar a que los buitres tardaran algo mas en hacer acto de presencia porque si no, estaríamos vendidos como el día anterior y de lo que se trataba, era de superarlo. Para ello, Jesús se quedó un buen rato dando vueltas por la zona algo lejos del hide intentando así disuadir a los carroñeros a bajar y la cosa funcionó, como cabía de esperar.
Al poco de marcharse éste, comenzaron a desplomarse desde el cielo los primeros individuos. (esta vez tardaron algún minuto más que el día de antes) Enseguida bajaría el contingente de negros pero los primeros en llegar fueron los leonados, al igual que la jornada anterior.
Esta vez, no cometimos el mismo error de situar la carne tan cerca del hide y la pusimos a unos 35 metros, 15 metros más lejos que el día anterior. Esto dio lugar a mayores posibilidades de congelar algún vuelo según iban desplomándose del cielo, aunque la pericia de cada uno es la que determina el número y el resultado final de las fotos y en mi caso que la pericia va justita, pues hice lo que pude y contento que quedé.
Trifulcas y carreras de los buitres, me hacen sonreír y disfrutar a tope mientras intento captarlo todo lo mejor posible, es una lástima no poder prestar la atención que a uno le gustaría a todos los frentes porque la verdad es que es una pasada, pero hay que estar concentrado en intentar captar una determinada acción.
Después de unos trepidantes minutos, todo parece que vuelve a la calma y se hace más fácil aislar de la multitud a ciertos ejemplares. Con más de treinta grandiosos buitres negros y pasada con holgura la centena de leonados, creedme que se antoja difícil fotografiar animales en solitario.

Llega la hora del medio día y el reportaje ha sido de lo más completo y como conscientes de ello, los buitres empezaron a desfilar pausadamente en busca de las térmicas que los eleven a sus dominios, a las alturas, al techo de nuestros cielos.
Decidimos esperar un ratillo más por si le daba por aparecer a algún otro carroñero (milanos,alimoches) pero en vista de que la cosa no parecía prosperar, llamé a nuestro guía para que viniera a buscarnos cuando pudiera.
Al salir del hide, aprovechamos para hacernos una foto de recuerdo con el amigo Jesús. Luego recogí unas cuantas plumas rémiges de buitre negro para traerme de recuerdo y de vuelta a “nuestra” casita, el mirador de la Cebrera, tocaba la despedida.


Con lo contento que me vine, estoy seguro de que repetiré, si dios quiere, y aquí contaré como siempre desde hace un tiempo esa crónica campera.

Al regresar, paramos en Ávila para charlar otro rato con José Luis y nos mostró una maravilla de primillar, donde más adelante mostraré las fotos conseguidas en otro día posterior.
Nos despedimos también del maestro después de preguntarle mil inquietudes y volvemos de camino a Viti con un diluvio considerable y casi asustados por las noticias que habíamos tenido durante esos días, por si nos habían salido flotando las casas y es que no paró de llover sobre mojado durante todo el puente. Por suerte, la cosa no fue a mayores.

Hasta aquí la crónica de lo que fueron cuatro días a pleno rendimiento, plenos para mí. 

Os dejo como siempre con alguna de las fotos conseguidas.


Hasta la próxima…






Canon EOS 1DMark III y 100-400 f 4.5-5.6 IS USM.   1/1000 seg   f 5   ISO 1250   -0.3 ev   a 135mm. Hide






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Samsung Galaxy S3






Canon EOS 1DMark III y 17-40 mm f 4 USM.   1/250 seg   f 10   ISO 250   +0.3 ev   a 23mm.   Trípode y cebo para atraerlos ;)))

Jesús Sánchez (izda)
Vicente Hernandez (dcha)
Un servidor (el que queda)