martes, 17 de junio de 2014

EL UROGALLO PIRENAICO (Tetrao urogallus aquitanicus)





¡Hola a tod@s!



La nueva entrada que hoy me ocupa en este humilde blog, está dedicada a una de las aves más espectaculares a la vez que exiguas y emblemáticas de nuestra península ibérica. Se trata como no, del hechizante Urogallo pirenaico (Tetrao urogallus aquitanicus)

Existe en nuestro enfermo país, otra sub especie más amenazada si cabe, que se extiende por la cordillera cantábrica y entre Asturias y León. (Tetrao urogallus cantabricus) Poblaciones que si no se toman medidas efectivas de inmediato, están condenadas a la extinción, lamentablemente.

Es un ave ligada a entornos eminentemente forestales, a bosques de montaña y significa todo un reto para la conservación de sus hábitats, cada vez mas mermados por la presión humana. Son los prisioneros del bosque, como los denominó en su día el Dr. Félix Rodríguez de la Fuente.

Se trata de un animal sedentario, es decir, permanece en la península durante todo el año, aunque no es nada fácil poder observarlo fuera de la época de reproducción.

Es precisamente en este periodo, en primavera, cuando cobra su mayor y espectacular actividad, tornando sus hábitos arborícolas por los terrestres, y siendo posible observar su extraordinaria conducta, sobre un impresionante escenario en pleno bosque, que te trasporta casi a otros tiempos.

Consiste el celo del Urogallo, en unos rituales de lo más llamativos y parece ser que rigurosamente jerarquizados, siendo los machos más viejos y poderosos los que se hubicarán en el centro del cantadero, mientras los más jóvenes ocuparán los extremos, los sitios con menores probabilidades de cortejar a una hembra. Con una serie de sobrecogedores sonidos casi ultrasónicos, acompañados de unas posturas chulescas y desafiantes, extenderán la cola en forma de abanico, dejarán caer las alas y no dejaran de hinchar las plumas del buche, emitiendo el característico redoble acompañado del taponazo, mientras se pavonean con la mas dominada técnica de la galantería, con el fin de atraer a sus dominios a las preciadas hembras y poder copular con ellas para perpetuarse. Sólo llegaran a los vistosos y ritualizados combates, cuando dos machos coincidan en una determinada zona de su terreno y las primeras fases intimadatorias, no hayan resuelto quién es el más poderoso, el mejor adaptado. Es entonces cuando la pelea está asegurada, e intentarán darse unos potentes aletazos mientras saltan, tratando de clavarse los espolones. El vencedor, se ganará el derecho de las hembras y el vencido, se retirará de la zona del combate, esperando alguna oportunidad desaprovechada por los gallos más fuertes, si es que la hubiere.





Canon EOS 1D Mark III y 100-400 mm f 4.5-5.6 IS USM.   1/160 seg   f 5.6   ISO 800   -0.3 ev   a 365mm.   Hide


Esta especie, tiene un dimorfismo sexual muy acusado siendo los machos muy diferentes que las hembras. Estas, son bastante menos espectaculares y más pequeñas, de unos colores pardos, que le otorgan el mimetismo o camuflaje necesarios para la crianza de los polluelos, ya que llevan a cabo todo el vital proceso de reproducción solas, y lo hacen en el suelo.

Pondrán entre seis y diez huevos depositados en una pequeña depresión del terreno, que tapizarán con vegetación de la zona y generalmente, lo harán al pie de un árbol. Incubarán durante un periodo aproximado de cuatro semanas, tras el cual nacerán los pollos de naturaleza nidífuga. Esto significa que los pollos, inmediatamente después de romper el cascaron, abandonarán el nido para ser conducidos por su madre a lo mas frondoso del amenazado bosque, donde comenzarán a alimentarse con algunos frutos silvestres y principalmente de insectos como la hormiga.

A pesar de lo numeroso en la puesta, esto no debe de llevar a engaños pues el éxito en la supervivencia de los frágiles pollos es sumamente bajo, llegando al primer año de vida menos de un veinte por ciento, de manera que la supervivencia de la especie se consigue gracias a la longevidad de los adultos.

Además, no es el único problema con el que cuenta esta especie de tetraónida, ya que cada vez es mayor el número de sus depredadores naturales, que van desde la pequeña Marta hasta el gran Jabalí, pasando por el espabilado zorro y otros muchos. Me refiero a la predación de los nidos.

A esto hay que añadirle las molestias que sufren estas aves durante el riguroso invierno, el momento más crítico de sus vidas, ya que cualquier esfuerzo extra, tratando de escapar de sus peligros, hace que consuman de manera acelerada sus escasas reservas con las que cuentan para pasar la dura estación, y corren el peligro de morir por debilitamiento.

Tenemos el deber y la obligación de proteger primero, sus bosques, y después a esta mítica especie.



Para conseguir fotografiar a esta delicada especie, ni que decir tiene que he tenido que contactar con profesionales dedicados en este proyecto ya que de cualquier otro modo, viviendo a cientos de kilómetros del Urogallo más cercano, me hubiera resultado del todo imposible.

Hoy en día, existen empresas especializadas como Wildwatching Spain, que con la colaboración de grandes profesionales y auténticos maestros de la materia, como Javi Montes, hacen posible la realización de este tipo de sueños para un ser como yo.





Canon EOS 1D Mark IV y 400 mm f 2.8 USM.   1/800 seg   f 5   ISO 800   -0.3 ev.   Hide







Pasado el medio día, a eso de las cuatro, estoy ya en Vielha, provincia de Lérida, puntual como un reloj, donde he quedado con el que será mi guía durante el resto de la tarde y parte de la mañana del día siguiente.

He llegado recreándome con los apabullantes paisajes que ofrece el entorno, masas forestales como pocas he visto, riachuelos puros que empiezan su razón de ser en las escarpadas cumbres pirenaicas, lagos de color turquesa que forman un conjunto, capaces de erizar hasta los pelos de la barba cuando uno contempla semejante espectáculo natural por primera vez.

Tras el bistec con patatas fritas y su correspondiente guarnición que me metí entre el pecho y la espalda antes de quedar con el Aranés Javi, enseguida fui a su encuentro en el lugar acordado, para comenzar a recorrer el escaso trayecto en coche que nos llevaría al inmenso bosque de Pino negro donde intentaremos conseguir nuestro objetivo, fotografiar al gran Urogallo pirenaico. Todavía quedaba una dura ascensión entre la maraña de pinos antes de llegar al paraíso de las aves, su cantadero, un clarete de bosque en lo alto de la montaña, con las faldas aún nevadas.

Con el liviano equipaje a cuestas, comenzamos la ascensión sin saber cuándo acabaría aquella tortura para mis maltrechas rodillas. Había que superar un desnivel aproximado de 225 metros en un escaso kilómetro, pero que kilómetro. Mi salvación era el espectacular bioma que nos rodeaba y que cada vez que parábamos para coger aliento, te animaba a seguir adelante, hasta donde hiciera falta.
 El ligero equipaje, comienza entonces a convertirse en un gran lastre que hay que soportar a toda costa. Un lastre de 32.5 kgs de aperos tecnológicos y de supervivencia, pesados expresamente a mi retorno del viaje, en la báscula de casa de mi abuela, ya que tenía una gran curiosidad de saber mis límites. Menos mal que el hide ya estaba colocado allí porque si me toca llevarlo a mí, no sé cómo lo hubiera hecho.

Por fin, comenzamos a divisar los pequeños hides portátiles, colocados estratégicamente por el cantadero con anterioridad, para preservar la intimidad de las aves. Esa era la señal de que habíamos llegado y al menos a mí, se me quitó un gran peso de encima, literal.

Enseguida, una vez elegida la ubicación de cada uno, comenzamos a meter nieve en el interior de los hides ayudados por palas, con el fin de hacer un suelo compacto y regular, donde poder pasar la noche, a algo más de 2000 metros de altura, con mayor comodidad.

Una vez terminado el acondicionamiento de los hides, cada mochuelo a su olivo. Nos metimos cada uno en el nuestro, aun temprano y a plena luz, para esperar con impaciencia a todo lo que se pudiera desarrollar en esa pequeña parcela de bosque.

Comienzo a tomar las medidas al habitáculo cual animal por primera vez enjaulado y paso los minutos escribiendo mi pequeña crónica, lo que hasta ahora estaba dando de si la intensa experiencia, en mi inseparable cuaderno de campo, entre otras muchas cosas que daban tiempo de hacer.

 Los nervios me atenazan y no dejan paso al apetito y si bien dispongo de comida, no pruebo bocado hasta la noche del día siguiente. Caprichos de la tensión acumulada.

El sol empieza a esconderse dejando paso a la noche, y en el silencio más absoluto, pronto se empiezan a dejar sentir los primeros fantasmas del bosque, los prisioneros de éste, los machos de Urogallo.
Todas las peripecias necesarias para estar aquí, en este momento y en este lugar, empiezan a cobrar ahora sentido, y te olvidas de todo para intentar no perderte ningún detalle, ningún sonido.

Os puedo asegurar sin temor a equivocarme, que la primera vez que escuchas a uno de nuestros últimos Urogallos, te quedas petrificado ante el espectáculo acústico que emiten de sus poderosas gargantas.

Para verlo, aún tendría que esperar unas cuantas horas más. Una larguísima espera ya que como presentía, no podía pegar ojo con la tensión del momento y con la incertidumbre de lo que acontecería con el alba.

Muchas emociones a la vez en la cabeza, incapaces de procesarlas todas por las escasas neuronas de que dispongo.

Por fin llegó el momento y empieza a clarear en lo tupido del bosque. Por la noche, dejé uno de los trípodes ya colocado con su respectiva maquinaria de hacer fotos, la más pesada, para no tener que hacer ningún ruido o movimiento extraño que pudiera delatar mi presencia en el lugar. El otro trípode, lo coloco nada más salir del saco de dormir y ponerme las botas de campo, a las cinco de la mañana, intentando captar otras prespectivas del cantadero.

El nerviosismo se acentúa desproporcionadamente cuando empiezo a ver corretear las primeras siluetas entre los troncos de los pinos y por más que trato de relajarme, soy incapaz de conseguirlo. La situación me desborda y ya no sé a dónde mirar. No tiene nada que ver a lo que uno está acostumbrado, un escenario mejor o peor trabajado y a más o menos medida de las circustancias. Esto es completamente distinto. Caza fotográfica en estado puro diría yo. Tú no controlas nada, ni el escenario, ni por donde se moverán las aves, tampoco la escasa claridad, sabes que no te volverás a ver en una como éstas en mucho tiempo, ni siquiera la accidentada orografía del terreno ayuda, pero esto es la magia de esta agradecida afición y lo que en definitiva, genera la adrenalina del momento, y te hace poner a prueba, al individuo primero, y al equipo fotográfico después.





Canon EOS 1D Mark IV y 400 mm f 2.8 USM.   1/160 seg   f 2.8   ISO 1000.   Hide




 En estos momentos, descubro de un plumazo todas mis carencias en lo relacionado a la fotografía de fauna salvaje, pero estoy aquí y tengo que intentar sacar el máximo de lo que dispongo.

Los gallos de monte siguen con su frenética actividad, ajenos a los movimientos de las cámaras. Mientras, intento inmortalizar esas poses guerreras y con el paso del tiempo, empiezan a divisarse a las primeras hembras, atraídas por el cortejo y los sonidos de los potentes machos, con el fin de buscar un buen ejemplar, un ejemplar fuerte con el que aparearse y traer al mundo a la nueva generación de Urogallos.

Yo no sabía ya, si aquello estaba pasando en realidad o estaba viviendo un sueño del que no quería despertarme pero pronto, me di cuenta de que la realidad, supera en ocasiones a la ficción. Tenía entonces una hembra frente a mí, algo lejana y tapada por uno de los numerosos árboles, siendo perseguida por un galante y encelado macho. De pronto, en una carrera fulgurante que no supe prever, se plantaron a escaso metro y medio de mí, de mi hide, y me quedé paralizado por temor a ser detectado a tan corta distancia. Tenía a escasos centímetros, la pareja de una de las más emblemáticas aves de nuestra península y yo sin saber que hacer. Finalmente decidí no correr el riesgo y quedarme inmóvil. Eso sí, sin perder detalle de lo espectacular de la especie, sobre todo del macho.
 Pocos segundos permanecieron y pude volver a recobrar el aliento.

A lo largo de la jornada, tuve varias ocasiones de documentar algo decente, al menos para mi, aunque bien me hubiera gustado traerme muchas más fotografías.





Canon EOS 1D Mark III y 100-400 mm f 4.5-5.6 IS USM.   1/160   f 5.6   ISO 1000   -0.3 ev.   Hide




Con el avance imparable del tiempo, que se esfumó en un abrir y cerrar de ojos, la actividad en el cantadero empieza a descender por ese día y los recios Urogallos, comienzan su retorno a lo intrincado del bosque buscando la seguridad. 
Aún tendría que pasar una hora larga desde que se marchara el último ejemplar, para poder salir de los escondites sin causar ninguna molestia en este periodo tan crítico para la especie.

Javi, que es un profesional como la copa del pino donde cantan los Urogallos, sabe bien elegir el momento adecuado para comenzar el descenso hasta el coche y tan rápido como nos fue posible, abandonamos el lugar montaña abajo, con el dulce sabor de haber sido testigo directo de un de los espectáculos más grandiosos de nuestra fauna salvaje.

Hay que tener cuidado de no tropezarse durante el descenso pues la inercia en esa situación, puede ser fatídica, pero obviamente este es mucho más rápido y relajado que la subida.

Llegamos al coche y la aventura fotográfica va tocando a su fin. 

Bajamos de nuevo a Vielha donde pudimos tomar una merecida cervecita fresca mientras cambiábamos impresiones. Después, Javi tuvo el detalle de enseñarme algunos de sus trabajos impresos en papel, y sinceramente, me quedé embobado con la calidad en la ejecución de sus fotografías. 

Sin tiempo para más, me hubiera encantado quedarme toda la vida, tocaba la hora de la despedida y ponerme de nuevo rumbo al pueblo. Aún quedaban unas etresantes nueve horas para llegar.

La cara de imbécil que llevaba uno en el coche, ya en el regreso, era de sobresaliente.

Poco me importaban entonces los 1632 kms devorados en 17 horas y 20 minutos, ni el cansancio relativo acumulado. Sólo quería llegar a casa de mi abuela para pesar todo el equipo y contarle que estaba vivo, que lo había superado. La pobre se quedó de lo más disgustada cuando me fui, pero ha de saber, que mala hierba nunca muere.

Esa noche, ya más relajado, me puse a comer Pizza hasta que me harté.

Luego, a la camita a descansar, con una botella de agua fresca de litro y medio para mitigar los ardores de estómago que produce la salsa barbacoa a esas horas y la verdad, caí rendido y descansé como nunca.

Quiero agradecer a mi familia el aguante que tienen con migo, por permitirme hacer este tipo de locuras. Sin ellos, no me hubiera sido posible.

A la empresa Wildwatching sus servicios prestados y a Javi Montes, su profesionalidad y disponibilidad en todo momento para aclararte cualquiera de las muchas dudas que a uno le iban surgiendo.

Os dejo como siempre con algunas de las fotografías conseguidas y un pequeño texto del Dr: Félix Rodríguez de la Fuente sobre esta especie en particular y que cada uno saque sus propias conclusiones.



Un saludo y hasta la próxima.






Canon EOS 1D Mark IV y 400 mm f 2.8 USM.   1/500 seg   f 2.8   ISO 640   -0.3 ev.   Hide




El Urogallo no solo es tema de estudios ornitológicos. En los últimos tiempos, se ha transformado en polémica noticia de los periódicos. Y es justo que millares de voces proteccionistas se hayan alzado a favor del místico gallo de bosque. Porque difícilmente puede concebirse una criatura que sintetice el misterio, la solemne belleza, la récia melancolía del bosque cantábrico como el Urogallo.
Respetamos y comprendemos  la pasión ancestral de la caza. Pero todo buen cazador es implacable en el respeto a su propio código de disciplina venatoria. Ya se han matado bastantes Urogallos. Ya hay suficientes trofeos decorando salones y bibliotecas de nuestros pro-hombres. Permitamos que el resto de nuestras tetraónidas disfruten de lo poco que les queda de sus últimos paraísos ibéricos. No olvidemos que los Urogallos españoles, tanto los pirenáicos como los cantábricos, particularmente estos últimos, son poblaciones aisladas, restos cuaternarios de un grupo ornítico que prosperó en las taigas glaciares y permanecen prisioneros de nuestros bosques de montaña, con el mismo valor prehistórico y paleozológico que puedan tener las pinturas de los bisontes de Altamira. Con la particularidad de que los urogallos están todavía vivos.


Dr: Félix Rodríguez de la Fuente        (hace más de 34 años)





Canon EOS 1D Mark IV y 400 mm f 2.8 USM.   1/1250 seg   f 4.5   ISO 800   -0.7 ev.   Hide












Canon EOS 1D Mark III y 100-400 mm f 4.5-5.6 IS USM.   1/100 seg   f 5.6   ISO 640   a 400mm.   Hide










Canon EOS 1D Mark III y 100-400 mm f 4.5-5.6 IS USM.   1/100 seg   f 5.6   ISO 800   +0.3 ev   a 400 mm.   Hide









Canon EOS 1D Mark IV y 400 mm f 2.8 USM.   1/400 seg   f 6.3   ISO 800   -1 ev   Hide












Canon EOS 1D Mark III y 100-400 mm f 4.5-5.6 IS USM.   1/200 seg   f 5.6   ISO 800   -0.3 ev   a 400 mm.   Hide












Canon EOS 1D Mark III y 100-400 mm f 4.5-5.6 IS USM.   1/160 seg   f 5.6   ISO 800   -0.3 ev   a 400 mm.   Hide









Canon EOS 1D Mark IV y 400 mm f 2.8 USM + extender 1.4x.   1/400 seg   f 6.3   ISO 640   -0.3 ev   Hide










Canon EOS 1D Mark IV y 400 mm f 2.8 USM.   1/1000 seg   f 4.5   ISO 800   -0.7 ev   Hide










Canon EOS 1D Mark III y 100-400 mm f 4.5-5.6 IS USM.   1/160 seg   f 5.6   ISO 800   -0.3 ev   a 365 mm.   Hide










Canon EOS 1D Mark III y 100-400 mm f 4.5-5.6 IS USM.   1/160 seg   f 5.6  ISO 800   -0.3 ev   a 400 mm.   Hide










Canon EOS 1D Mark III y 100-400 mm f 4.5-5.6 IS USM.   1/160 seg   f 5.6   ISO 800   a 350 mm.   Hide









Canon EOS 1D Mark IV y 400 mm f 2.8 USM + extender 1.4x.   1/200 seg   f 6.3   ISO 640   -0.3 ev.   Hide







Canon EOS 1D Mark III y 100-400 mm f 4.5-5.6 IS USM.   1/160 seg   f 6.3   ISO 640   a 400 mm.   Hide








Canon EOS 1D Mark III y 100-400 mm f 4.5-5.6 IS USM.   1/160 seg   f 5.6   ISO 800   -0.3 ev   a 400 mm.   Hide









Canon EOS 1D Mark III y 100-400 mm f 4.5-5.6 IS USM.   1/500 seg   f 5.6   ISO 800   -0.3 ev   a 400 mm.   Hide








Canon EOS 1D Mark III y 100-400 mm f 4.5-5.6 IS USM.   1/160 seg   f 5.6   ISO 800 -0.3ev   a 400 mm.   Hide










martes, 10 de junio de 2014

ANILLAMIENTO DE CIGÜEÑA COMÚN (Ciconia ciconia)





¡Hola a tod@s!



La entrada de hoy, es un poco diferente a las que suelo hacer habitualmente pero la ocasión bien lo merece y si bien no se trataba de hacer fotografías desde un agujero a una especie determinada, sí consistía en hacer otra gran labor, a mi manera de ver, bastante más importante que la de inmortalizar a cualquier animal, y no es otra que la de anillar los pollos de una gran colonia de Cigüeña común (Ciconia ciconia) para el posterior estudio de sus poblaciones.

 Los datos obtenidos de las aves anilladas o recuperadas quedarán archivados, tanto a nivel nacional como europeo. Cuando un ave anillada vuelve a ser capturada, se toman de nuevo sus datos y se envía la información a la Oficina de Especies Migratorias del Ministerio de Medio Ambiente donde se elabora un historial de cada ave, en el que se incluyen los datos del anillamiento y los de las sucesivas capturas.

 Los pares de datos anillamiento-recuperación, permiten definir rutas migratorias de las aves, áreas de descanso y de invernada, etc. además de proporcionarnos información básica sobre la biología de las aves, como tasas de supervivencia, fenología, éxito reproductor, tamaños poblacionales, diferencias fenológicas en la migración en función de la edad, sexo, grado de acumulación de grasa, etc.

  En definitiva, cuantos más datos se conozcan de una especie determinada, mejor se la puede conservar.

Además, tengo una ilusión especial en llevar a cabo este proyecto en concreto, pues tengo el recuerdo nítido de cuando era más joven, con nueve años recién cumplidos, y la afición que teníamos de "ir a nidos". Una práctica atroz muy común por aquel entonces y gracias a Dios bastante erradicada ahora, aunque sigan existiendo los expoliadores de nidos, causando molestias y robando la vida de las futuras aves. Es verdad que nosotros lo hacíamos por  el desconocimiento mas absoluto de las consecuencias que tenían nuestros actos en los animales, no por codicia ni maldad, pero de igual modo hacíamos daño, y es una espinita que llevo clavada dentro y de alguna manera, me gustaría aportar lo que esté en mi mano para que esto no vuelva a suceder en las nuevas generaciones y devolverle un poquito a la naturaleza lo que antaño le quité.



Para llevar a cabo esta gratificante labor, contamos con las directrices de un anillador especialista llegado desde Madrid, con una dilatada experiencia de más de veinte años en este mundo, que junto a otro gran experto anillador, éste de la zona, nos marcan las pautas que deberemos seguir para realizar las tareas lo más rápida y eficazmente posible.

Además, contamos con la inestimable y siempre agradecida colaboración de los más pequeños, nuestra cantera, la generación futura que será la encargada de intentar preservar lo que la nuestra no parece ser capaz de valorar.

Ellos son la esperanza, y sólo una buena educación y concienciación ambiental a tiempo, será capaz de hacerles ver lo que tenemos, la riqueza infinita que nos supone a nosotros y al resto de seres vivos y la importancia de su conservación.

De otra manera, con la juventud que se está creando en los tecnológicos y difíciles tiempos que corren, analfabetos de lo rural y de lo antiguo, de lo ecológico, de lo sostenible y lo natural, la decadencia fulgurante de nuestros ecosistemas está más que asegurada.

Estamos a tiempo, tenemos la materia prima; a las personas habría que formarlas en este sentido principalmente desde las escuelas, que es donde se forman para la vida a los niños y adolescentes. Claro que para ello se deberían contar con docentes cualificados en la materia ya que de otro modo, la enseñanza no tendría sentido. Pero es mejor recortar en educación.

Ese sería un tema muy largo de argumentar tal y como uno lo ve , lo barrunta, por lo que no me voy a desviar del tema que me ocupa en esta crónica.





Por fin llega el Sábado por la mañana, y una vez todos reunidos en el lugar acordado, comenzamos la actividad temprano, con la fresca y el rocío y una vez que cada uno conocía su cometido, nos pusimos manos a la obra.

La tarea era sencilla aunque tenía que ser minuciosa, pero con un sistema de trabajo bien pormenorizado con anterioridad y la ayuda de un GPS, podíamos acceder a los nidos  con estricto orden en relación a como se había actuado durante los tres años que se lleva anillando esta colonia en particular.

Tras colocar la escalera de doble altura sobre las enormes construcciones que utilizan las cigüeñas para la crianza de los pequeños, generalmente sobre viejos Robles, había que bajar al suelo a la prole, que variaba de uno a tres pollos, dependiendo el nido, para comenzar con su pesaje, medición de la longitud del ala y el posterior marcaje con una anilla metálica primero, y una de material plástico con grandes dígitos después.  Se toman también otros datos como el día y la hora del anillamiento, número de descendientes etc.





Comenzando la actividad



La primera anilla, la de metal, lleva grabado un remite que identifica a la estación anilladora donde se centralizan los datos y un código alfanumérico consistente en uno o varios dígitos, combinados con letras, dependiendo el tamaño de la anilla. Cada una de las anillas lleva un código correlativo, por lo que con la colocación de esta en el ave, el ejemplar queda identificado de por vida con ese código o número.
La segunda, la de material plástico, consiste en una serie de números y letras también correlativas pero con dígitos mucho más grandes, legibles a cierta distancia con dispositivos dedicados a la observación como pueden ser  prismáticos, telescopios etc. De este modo, no es necesario volver a capturar al ave para la lectura de la anilla.




Anilla plástica


Obviamente, dependiendo del tamaño de cada especie, se 
utilizarán un tipo de anillas u otras. En este caso, las dos.





Anillando bajo la atenta mirada de los niños




En otras aves, se tomará algún dato más de lo explicado anteriormente, como puede ser el sexo, la edad, desarrollo muscular y cantidad de grasa acumulada por las especies migratorias, estado de muda de las plumas etc.

Una vez se terminan de tomar los datos, se devuelven los pollos a su lugar, comenzando con otro nido, y así sucesiva y ordenadamente hasta terminar de contabilizarlos todos.




Subiendo pollo al nido

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Mientras tanto, una gran nube de sobresaltadas Cigüeñas nos observan meticulosamente desde el aire, sin perder de vista lo que acontece en su zona de nidificación y cría, y volverán a proteger a su descendencia tan pronto como nosotros, los humanos, nos hayamos alejado del lugar.

Las conclusiones que se pudieron sacar de aquella jornada, son las siguientes:

En más de 90 nidos revisados, se anillaron un total de 65 pollos. Una tasa de éxito reproductivo bastante por debajo de años anteriores, siendo menor el número de pollos por nidada y mayor el número de nidos estériles por los motivos que ahora os contaré:

Algunos de los nidos estaban fracasados, es decir, donde habían criado la primavera anterior, esta vez no lo habían conseguido. Otros, estaban depredados por algún carnívoro nocturno, posiblemente Garduña (Martes foina), dando al traste con la descendencia de algunas de las parejas y a la vez, manteniendo las densidades de población de esta especie, la Cigüeña común.

En menor medida, se encontraron pollos muertos por diferentes motivos, o algunos pollos tardíos, poco desarrollados, con unas tallas muy por debajo de la media y que tenían muy comprometida la supervivencia. También encontramos en las plataformas, huevos sin eclosionar además de árboles viejos, Robles, que no aguantan con el peso del nido y que terminan cayendo al suelo cual coloso abatido.

Los pollos anillados, mostraban en sus plumas rectrices una especie de bandas o rayas, síntomas de que durante el desarrollo de esas plumas, no han tenido alimento suficiente y han llegado a pasar hambre. Este mismo patrón se repetía en la gran mayoría de los jóvenes estudiados.

Los motivos de la descendencia progresiva de esta colonia, nuestra colonia, pueden ser muchos y muy diversos pero el principal factor, es la falta de disponibilidad del alimento con la que contaban antes de la desaparición muchos vertederos que sin duda ayudaron a expandir su población, cuando estos eran abundantes y estaban al aire libre.

En resumidas cuentas, fue una jornada de lo más entretenida y gratificante, haciendo nuevas amistades, todas ellas excelentes personas y comprometidas con el medio.

Agradecer también a la gente de Traguntía su colaboración desinteresada, y felicitarles por la comida, que estaba buenísima, al igual que el vino, y fuimos todos invitados por ellos, donde pudimos tener un merecido descanso y tuvimos la ocasión de intercambiar las impresiones que nos parecieron oportunas, antes de volver a retomar la actividad por la tarde de la que un servidor, no pudo disfrutar.

Os dejo con las fotos de la jornada.



Gracias a todos y hasta la próxima








Sacando anillas plásticas









Preparando la anilla









Apretando anilla metálica










Pesando un pollo de Cigüeña









Verificando nidos











Marcaje con anilla metálica













Tranquilizando a los pollos










Pesando a otro pollo












Pollos de Cigüeña ajenos a los acontecimientos













Enseñando a los mas pequeños













Pollo solitario













Midiendo la longitud alar












Introduciendo pollo a la saca para su pesaje










Pesando











Pareja de pollos antes del marcaje











Subiendo el pollo al nido













Colocando anilla plástica















Una de las polladas mas numerosas











Tomando buena nota








Se respira buen ambiente












Detalle del marcaje con anilla plástica












Pico partido y mal soldado













Detalle del pico inferior partido. Difícil tendrá la supervivencia













Cerrando anilla metálica














Mientras la comida...











Cogiendo pollos para bajar del nido












Bajando pollo para anillar











Explicando el por que del pesaje











¿Habrán entendido algo? Seguro que si












Enseñando a los más jóvenes













Devolución del pollo a su nido












Todos atentos al maestro anillador













Los pequeños, sin perder detalle










Tomando fotografías de un nido












Tres pollos, fueron la excepción












Curioso. Pesado nido sobre espino