Hola a tod@s!
Como decía en mi anterior entrada, hoy voy a dedicarle un
espacio a los gigantes de las térmicas, a los más eficientes sanitarios de
nuestros montes, a los buitres negro (Aegypius monachus) y leonado (Gyps
fulvus)
Es la continuación de mis locos días que pasé por la
provincia de Ávila fotografiando rapaces.
Desde aquí quiero agradecer también a los chicos de Wild
Watching Spain su amabilidad y profesionalidad en este tipo de proyectos.
Se trata de uno de los comportamientos animales que más me
gusta fotografiar, pues en todo momento hay acción y disfruto enormemente
viendo, entre otras cosas, el trote chulesco de los negros, las disputas entre
ellos por los pedazos de carne, las carreras por llegar primero, las poses
dominantes de algunos individuos, en definitiva es un regocijo de principio a
fin que nunca me cansaré de presenciar y que nunca sabes que te depararán, o si
bajarán.
Después de estar haciendo turismo por la zona el día
anterior, en vez de estar fotografiando buitres, el tiempo parece dar una
tregua y las previsiones indican que la lluvia respetará al día siguiente,
asique hablamos con Jesús para preparar la carroñada que teníamos planeada y él
se encarga de conseguirnos unos buenos trozos de carne para atraer a los
necrófagos.
Nos vamos a “nuestra casita” el Mirador de la Cebrera a
cenar y después de una charla con Silvia y Rober, nos vamos a la cama para
estar puntuales con Jesús por la mañana.
Qué poco cuesta madrugar cuando te levantas con toda la
ilusión del mundo.
Cuando terminamos de dar cuenta del copioso desayuno que tiene por costumbre la
señora de la casa preparar, rumbo con la Toyota Hilux para el hide. Esta vez al
coche le cuesta tirar un poco y enseguida nos damos cuenta que son los
bocadillos de Silvia que pesan demasiado. Les tenía que haber sacado una foto, ¡que
pedazo de bocatas por dios!
Llegamos temprano al lugar y mientras preparamos todo el
equipo dentro del hide, Jesús espera en los alrededores para que a los buitres
no les dé por bajar tan pronto y pillarnos descolocados.
Puede parecer extraño que lleguen a acudir con semejante premura,
de hecho yo no los esperaba hasta bien entrada la mañana como había podido
comprobar en otras muchas ocasiones y en diferentes lugares de la península,
pero esta vez vino a ser como bien lo predecía Jesús. Me quedé con la boca
abierta al comprobar que a nuestro amigo, no creo que le hubiera dado tiempo a
llegar al coche, y los primeros leonados ya estaban aterrizando sobre el
terreno para lanzarse a la carroña tan pronto como estuvieran seguros; que
fueron como diez segundos o así. En pocos minutos, habría con certeza más de
ciento cincuenta individuos de la especie leonado, ansiosos por devorar el
festín que teníamos preparado.
Si no lo veo no lo creo, a las 07:20 AM ya tenemos todo
lleno de buitres leonados que aquel día demostraron ser los más madrugadores.
La escasa luz del ambiente a esas intempestivas horas obligan a subir la
sensibilidad de la cámara para obtener velocidades que permitan congelar las
rápidas acciones de tan voraces aves, aunque esto hace que disminuya la calidad
final de la imagen. El lado bueno es que pudimos presenciar a los buitres con
las luces doradas vespertinas, que son impresionantes. Otro de nuestros grandes
fallos aquel día y así se lo hicimos saber a Jesús, es que pusimos la carnaza
muy cerca del hide en comparación al alcance de nuestros tele objetivos. Esto
hizo que casi ningún ave entrara en el encuadre de cuerpo entero unido a que
se hace bastante difícil aislar a ciertos individuos o situaciones con tanto
animal en medio, provocó que no quedara lo satisfecho que cabía de esperar. Sólo
cuando terminaron de dar cuenta de los buenos kilos de carne que se destinaron
para ellos, pude hacer las mejores tomas de ese día.
Antes de emprender de nuevo el vuelo, suelen quedarse
acicalando el plumaje o simplemente descansando por la zona, y es el momento
que pude aprovechar para fotografiar a alguno de los más de treinta y cinco buitres
negros que también acudieron al festín. Eso que yo contara, porque los que no
veía eran también abundantes. Leonados directamente perdí la cuenta y no quise
entretenerme en contarlos, lo que sí que aprecié es que muchos de los
individuos leonados parecían aves jóvenes.
Os podéis imaginar el caos absoluto que suponen más de ¿200
aves? con una envergadura media de dos metros luchando, cada una de ellas, por
llevarse un trozo de carne al buche; brutal…
Sobre la una del mediodía, empezaron a marcharse lenta y
ordenadamente, alzando el vuelo con los buches llenos y en pocos minutos
desaparecieron totalmente. Seguimos dentro del hide ya que queremos dar tiempo
por si aparece alguna otra ave por sorpresa para intentar llevarse los últimos restos,
pero pudimos comprobar, con el paso de los minutos, que allí no quedaban más
que unas pocas de plumas y los restos de las mil batallas acometidas,
corroborando lo que allí había acontecido hacia unos pocos minutos.
Mientras esperamos a Jesús para que nos venga a recoger,
repasamos como siempre el material obtenido en nuestras cámaras y aunque los
resultados han sido bastante buenos, podrían haber sido mejores, más
reconociendo nuestros fallos, que los hubo, asique visto que no estábamos conformes
del todo, quedamos para preparar otra carroñada a la mañana siguiente.
Si limamos todos
los desaciertos del día anterior, la jornada prometía ser apoteósica y con lo
que me gustan a mí los buitres, sin pensarlo, la organizamos…
Después de la entretenida pitanza, llegamos al CTR para
comer y reponer fuerzas. Por la tarde quedamos con el maestro José Luis
Rodríguez para comentar lo que dio de sí la jornada de hoy con los buitres y la
anterior con el águila real y charlando un ratillo de lo que más nos gusta,
¿adivináis?
Da gusto charlar con un hombre tan majete, un reconocido naturalista formidable
del que rebosa tanta experiencia y conocimientos sobre el medio y que está
abierto a enseñar, la pena es que no dispusiéramos de más tiempo.
Además nos regaló unos libros firmados por él sobre fauna
en acción que me hicieron una ilusión tremenda, con unas fotografías
difícilmente mejorables y que guardaré en mi “bichoteca” como oro en paño.
Después de preguntarle todo lo que me pareció oportuno y de
hablar sobre fotografía en general, decidimos ir a ver una representación de la
pasión viviente que se celebraba en el mismo pueblo y que me pareció también
una pasada, y eso que no es que me considere muy creyente, pero hay que
reconocer que los tíos se lo curraron un montón.
Más de cincuenta actores, entre los que se encuentra
nuestro amigo Jesús, representando al malo de Caifás (nada que ver con lo que
es) entretienen a la multitud que les estamos viendo y la verdad es que es un
acto no deja indiferente a nadie y los actores clavan su papel. Sin tiempo para
quedarnos al evento entero, buscamos un bar para cenar una burguer y de nuevo a
la casa rural a descansar.
A la llegada a la casa, nos quedamos un ratillo a hablar
con Rober y Silvia y ya de paso nos vamos a la cama después de estar viendo en
la TV la pasión de Cristo (qué casualidad, que se note que es Semana Santa) y a
la mañana siguiente, o mejor dicho al rato siguiente, después de dar cuenta de
las viandas que nos prepara Silvia para el desayuno, viene a buscarnos el malvado
Caifás para acompañarnos hasta el hide donde teníamos previsto realizar la nueva
carroñada.
Siguiendo el mismo modus
operandi del día anterior, nos colocamos dentro del hide y una vez estuvo
todo preparado, solo quedaba esperar a que los buitres tardaran algo mas en
hacer acto de presencia porque si no, estaríamos vendidos como el día anterior
y de lo que se trataba, era de superarlo. Para ello, Jesús se quedó un buen
rato dando vueltas por la zona algo lejos del hide intentando así disuadir a
los carroñeros a bajar y la cosa funcionó, como cabía de esperar.
Al poco de marcharse éste, comenzaron a desplomarse desde
el cielo los primeros individuos. (esta vez tardaron algún minuto más que el
día de antes) Enseguida bajaría el contingente de negros pero los primeros en
llegar fueron los leonados, al igual que la jornada anterior.
Esta vez, no cometimos el mismo error de situar la carne
tan cerca del hide y la pusimos a unos 35 metros, 15 metros más lejos que el día anterior. Esto dio lugar a mayores
posibilidades de congelar algún vuelo según iban desplomándose del cielo,
aunque la pericia de cada uno es la que determina el número y el resultado
final de las fotos y en mi caso que la pericia va justita, pues hice lo que
pude y contento que quedé.
Trifulcas y carreras de los buitres, me hacen sonreír y
disfrutar a tope mientras intento captarlo todo lo mejor posible, es una
lástima no poder prestar la atención que a uno le gustaría a todos los frentes
porque la verdad es que es una pasada, pero hay que estar concentrado en
intentar captar una determinada acción.
Después de unos trepidantes minutos, todo parece que
vuelve a la calma y se hace más fácil aislar de la multitud a ciertos
ejemplares. Con más de treinta grandiosos buitres negros y pasada con holgura
la centena de leonados, creedme que se antoja difícil fotografiar animales en
solitario.
Llega la hora del medio día y el reportaje ha sido de lo
más completo y como conscientes de ello, los buitres empezaron a desfilar pausadamente
en busca de las térmicas que los eleven a sus dominios, a las alturas, al techo
de nuestros cielos.
Decidimos esperar un ratillo más por si le daba por
aparecer a algún otro carroñero (milanos,alimoches) pero en vista de que la
cosa no parecía prosperar, llamé a nuestro guía para que viniera a buscarnos
cuando pudiera.
Al salir del hide, aprovechamos para hacernos una foto de
recuerdo con el amigo Jesús. Luego recogí unas cuantas plumas rémiges de buitre
negro para traerme de recuerdo y de vuelta a “nuestra” casita, el mirador de la
Cebrera, tocaba la despedida.
Con lo contento que me vine, estoy seguro de que repetiré,
si dios quiere, y aquí contaré como siempre desde hace un tiempo esa crónica
campera.
Al regresar, paramos en Ávila para charlar otro rato con José
Luis y nos mostró una maravilla de primillar, donde más adelante mostraré las
fotos conseguidas en otro día posterior.
Nos despedimos también del maestro después de preguntarle
mil inquietudes y volvemos de camino a Viti con un diluvio considerable y casi
asustados por las noticias que habíamos tenido durante esos días, por si nos
habían salido flotando las casas y es que no paró de llover sobre mojado
durante todo el puente. Por suerte, la cosa no fue a mayores.
Hasta aquí la crónica de lo que fueron cuatro días a pleno
rendimiento, plenos para mí.
Os dejo como siempre con alguna de las fotos
conseguidas.
Hasta la próxima…
Canon EOS 1DMark III y 100-400 f 4.5-5.6 IS USM. 1/1000 seg f 5 ISO 1250 -0.3 ev a 135mm. Hide
Canon EOS 1DMark III y 100-400 f 4.5-5.6 IS USM. 1/800 seg f 5 ISO 1250 -0.3 ev a 170mm. Hide
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Canon EOS 50D y 400 mm f 2.8 USM + Canon extender 1.4X 1/160 seg f 8 ISO 200. Hide
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Canon EOS 50D y 400 mm f 2.8 USM + Canon extender 1.4X 1/1000 seg f 5 ISO 400 -0.7 ev Hide
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Canon EOS 1DMark III y 100-400 f 4.5-5.6 IS USM. 1/100 seg f 5.6 ISO 1600 +0.3 ev a 285mm. Hide
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Canon EOS 1DMark III y 100-400 f 4.5-5.6 IS USM. 1/250 seg f 3.2 ISO 200 -0.3 ev a 400mm. Hide
Canon EOS 50D y 400 mm f 2.8 USM. 1/1600 seg f 5 ISO 400 -0.3 ev. Hide
Canon EOS 1DMark III y 100-400 f 4.5-5.6 IS USM. 1/400 seg f 5.6 ISO 1600 -0.3 ev a 220 mm. Hide
Canon EOS 1DMark III y 100-400 f 4.5-5.6 IS USM. 1/800 seg f 6.3 ISO 800 +0.3 ev a 350mm. Hide
Samsung Galaxy S3
Canon EOS 1DMark III y 17-40 mm f 4 USM. 1/250 seg f 10 ISO 250 +0.3 ev a 23mm. Trípode y cebo para atraerlos ;)))
Jesús Sánchez (izda)
Vicente Hernandez (dcha)
Un servidor (el que queda)